jueves, 18 de diciembre de 2008

...AND A MEDIUM LIGHT COKE


Estaba tan triste esta mañana, a pesar de haber recibido en estas fechas un montón de invitaciones a suicidios colectivos, que he parado en uno de los puestos de animales de las Ramblas y me he comprado un conejo. Es un conejo enano, completamente blanco, mimoso y juguetón. En cuanto lo he visto, he sabido que me lo llevaría a casa. Lo he llamado Floc.
Llevo toda la tarde acariciándolo. Es tan suave, y está tan vivo y tan calentito... Arruga la nariz y, cuando me mira, juraría que, de alguna forma, sonríe con cariño. Ahora duerme, encogido sobre mi falda. Creo que es el ser más bello que he tenido jamás en mi regazo. Estoy deseando que llegue el martes para llevármelo a tu casa, y dejarlo corretear por tu salón mientras nos abrazamos, y comprobamos si tu perro se lo come o se contenta con jugar con él hasta matarlo.


miércoles, 17 de diciembre de 2008

SOBRE EL TABAQUISMO

Esto es lo que pasó:
Desde la primera vez que se vieron, en el grupo de terapia para ex-fumadores, hasta el día en que dejaron de verse, 3 años y 3 meses después, compartieron lánguidamente 23.400 cigarrillos.

Esto es lo que había pasado:
A ella le habían sugerido los directivos de su empresa que se uniera al grupo de terapia. Llevaba 3 meses muy irritable, había engordado varios kilos y masticaba chicle compulsivamente. La imagen que daba a los clientes era catastrófica, y a ninguno de sus superiores se le había ocurrido proponerle simplemente que volviera a fumar. 

A él le había recomendado un amigo que probara el grupo un par de días. Había dejado de fumar sólo por orgullo, y antes había fumado también principalmente por orgullo. Se había sentido despreciado innumerables veces, cuando salía a fumar al balcón después de cenar en el sagrado hogar familiar, y esos minutos que pasaba cada noche a la intemperie, regodeándose en analizar su placer y su dolor, sólo, bajo la mirada condescendiente de su mujer y sus hijos perfectamente sonrosados, habían acabado por crear en él una cierta adicción a ese desprecio de sus semejantes, a esa sensación de ser invadido por un orgullo calcáreo que se expandía por su alma y le hacía fruncir el ceño con obstinación mientras apuraba su cigarro hasta el filtro: orgulloso de su imperfección.

Ella lo había deseado desde que lo vio sentado en una esquina de la sala de reuniones de aquel centro municipal, mirando a través del mobiliario, de la gente y de ella misma. Él había fruncido el ceño en cuanto percibió ese deseo.

Esto es lo que pasaba:
Después de las primeras sesiones, solían quedarse unos cuantos a intercambiar impresiones en torno a varias coca-colas, algunas infusiones y algún kas limón. Ella se sentaba siempre cerca de él, y dejaba de masticar chicle cada vez que él intervenía en la charla. Él destensaba de vez en cuando los hombros y sonreía hacia ella, con un gesto genuino de completa insatisfacción.
Algunas tardes se quedaban solos en aquel bar de gente del barrio pero luz tenue y sofás. Ella le hacía entonces preguntas:

- ¿Cuándo empezaste a fumar?

O:

- ¿Por qué llegas siempre tan tarde?

Pero nunca le hablaba de sí misma, ni de su casa, ni de sus plantas, ni de su chimpancé Kosmos.
Él contestaba siempre mirando la nada, pero daba muchos detalles y gesticulaba intensamente, haciendo entrar en acción a casi todo su cuerpo, como queriendo empujar a las palabras con sus brazos para que llegaran mucho más lejos.

Los dos movían las rodillas nerviosos cuando se generaba algún silencio y, muy de vez en cuando en  esas primeras tardes sin tabaco, se rozaban el uno al otro e inmediatamente bajaban los ojos, como avergonzados por la incómoda contingencia.

Esto es lo que pasó:
Pero en seguida empezaron a alargar aquellas tardes de soledad compartida; los demás miembros del grupo dejaron pronto de interesarse por las infusiones y el kas limón y las aburridas historias de unos cuantos personajes anónimos unidos exclusivamente por su tabaquismo o ex-tabaquismo, y ellos dos, que siempre conseguían una plaza en el sofá bajo la luz tenue, optaron por complementar la charla con algún cigarro furtivo y alguna cerveza. 

Fue ella la que compró el primer paquete de tabaco.

- Nos fumaremos un único cigarro a medias. - Dijo.

Él estuvo de acuerdo, gesticuló y desfrunció el ceño un instante. Se encendió aquel primer cigarro en común, y lanzó un gemido, intenso y profundo, como una jaculatoria elevada al Dios Supremo.

- Cómo lo echaba de menos... - Dijo, pasándole a ella el cigarro con lentitud ritual.

- Sí...

Aquella misma tarde se fumaron otros 5 únicos cigarros a medias, y acabaron besándose en el sofá, con mucha saliva y con una extraña euforia muy poco habitual en cualquiera de los dos.

[Esto es lo que había pasado:]
[Después él había vuelto al hogar familiar, mirando al frente pero comiendo chicle, había besado en la mejilla a su mujer y se había acostado inusitadamente temprano, con una sonrisa en los labios. ("¿Has cenado, cariño?" "He picado algo por ahí")

Ella había retrasado su vuelta a casa, haciendo 3 paradas en 3 bares de luz tenue: un bitter kas, un vino tinto y un gin-tonic. Al llegar, había puesto un disco del Cigala y había acariciado a Kosmos más de una hora.

Ninguno de los dos había vuelto a fumar cuando se reunieron el siguiente jueves.]

Esto es lo que pasaba:
Los únicos cigarros a medias se iban sucediendo regularmente, los martes y los jueves de 6 a 8 de la tarde, de 6 a 9, de 6 a 10...

A él nadie le hacía preguntas en su sagrado hogar familiar.

Ella tampoco preguntaba nada sobre el sagrado hogar familiar de nadie. Seguía sin hablar jamás de sí misma, de sus plantas, ni de su chimpancé Kosmos

La euforia se iba convirtiendo en deseo, el deseo era interpretado como amor, la saliva se mezclaba en sus bocas con el humo y las cervezas, el humo era interpretado como amor. 

Dejaron el grupo de terapia para ex-fumadores. Las tardes de los martes y los jueves pasaron a tener 2 horas y media más. La saliva pudo complementarse con otros fluidos; Kosmos se quedaba en el balcón, sorprendentemente silencioso, mientras su dueña se mordía los labios y sollozaba, tumbada bajo su amante.

Él terminaba rápido y fumaba.

Ella a veces echaba de menos al mono, pero también fumaba.

Desnudaban sus almas casi completamente después de cada cigarro.

Luego se vestían, el volvía al SHF masticando chicle y ella liberaba a Kosmos de su encierro.

Esto es lo que pasa:
Hace tiempo que no se ven. El humo es humo y la saliva, saliva. Los dos siguen fumando delante de otras criaturas. Creo que el resto de la historia no es relevante. No importa. 

martes, 2 de diciembre de 2008

TÍTULO

Por muchos cálculos que haga, el autobús no llegará antes. Han pasado 10 minutos desde la última vez que miré el reloj; han pasado 15 balizas desde el último cartel azul que me proporcionó los últimos datos para mis cálculos (también azules): Valencia, 354 km. Dividiendo entre 110, operación que me parece honesta dentro de lo que cabe, salen 3,2 horas; esto es, 3 horas y 12 minutos, que son 8 minutos menos que la última vez que calculé.
He acabado por aborrecer las conversiones a sexagesimal.
Me aburre también contar coches blancos, pedir deseos cuando cambio de comarca; me aburre buscar palabras que contengan las 3 últimas letras de las matrículas: CLX, cláxon; BCL, bucle; DFS, difuso...

Me aburre suponer traducciones para los titulares del periódico que está leyendo el 2º cohabitante del autobús, a mi izquierda: "Garcea, cercetat de politie" - ¿...Garcea, la certeza del político? -; Blocuri în loc de dulciuri - ¿...Bloqueo en lugar de golosinas? -; PNL nu a obtinut nicium mandat si este marele perdant în Oradea - ¿Por qué lleva la i acento circunflejo...?
Tengo frío, y sólo me entretiene tratar de adivinar lo que escribe en su portátil el cohabitante a mi diestra. Tiene un título. Una sóla palabra, no muy larga. Seguro que la he leído en el vistazo fugaz que he echado a la pantalla cuando él miraba por la ventana buscando 3 letras reveladoras en matrículas de coches blancos. La habré leído y estará ahora mismo almacenada en mi subconsciente, apisonada por 3 horas y 10 minutos de insoportable vacío. Puede que haya leído "MARISMAS" o "EXPONE" o "CLAUDICAD". Puede que mi vecino escriba su testamento; no tiene la piel entre malva y transparente, como aconsejan los expertos en casos de muerte inminente, pero tampoco tiene la emoción en los ojos que recomiendan los mismos expertos en caso de vida irrenunciable... "Lego mi alma y los cordones de mis zapatos a mis queridos alumnos de bachillerato del Sant Josep de Calasanç". Pero él no escribe en cursiva. Y la sangría no parecía suficiente como para maquetar un documento oficial. Quizá escriba unas páginas de su tesis: "Iconografía de la puerta marmórea de la catedral de Barcelona.
La catedral gótica de Barcelona cuenta tres puertas. La principal, a los pies de la iglesia, cuya ornamentación escultórica se hizo entre 1887 y 1895 siguiendo las trazas del maestro Carlí Galtés, normando, conservadas en un gran pergamino en el museo catedralicio." Quizá haya un maestro Carlí Galtés; quizá incluso sea normando. En el punto espacio-temporal en el que me encuentro, 3 horas y 4 minutos antes de llegar a Valencia no parece muy probable.
Igual le está escribiendo una carta de amor al 2º cohabitante del autobús, a mi izquierda: "Adevarul, gran documentalista, su olor me produce escalofríos, me pone la cara de gallina, mi vida se ha transformado en una nada viscosa en cuanto lo he percibido en mi entorno inmediato, mirando por la ventanilla de este autocar, con ese periódico en las rodillas, Blocuri în loc de dulciuri. Blocuri în loc de dulciuri. Lo amo." No sé, en algún momento me ha parecido oir sollozar a alguno de los dos. A Carlí Galtés, a mi izquierda, o a Blocuri, a mi derecha.
Pero... ¿y si Carlí me está describiendo a mí...? Tal vez debajo de "CLAUDICAD" o de "ZARZAMORA" haya un listado de adjetivos referidos a mí que no puedo permitirme ignorar. No ignorar. No ignorar.
Pierdo el miedo, o el pudor (especie de cualidad (positiva (por tanto)) relacionada con no desvelar los sentimientos propios ni tratar de descubrir los ajenos), 2 horas y 54 minutos antes de llegar a Valencia y miro la pantalla de mi vecino Carlí. Leo:
"TÍTULO.
Por muchos cálculos que haga, el autobús no llegará antes. Han pasado 10 minutos desde la última vez que miré el reloj...."

sábado, 20 de septiembre de 2008

GRAFITTI

Hay una pintada en esa pared que dice:

No encuentro ninguna diferencia entre mis percepciones de lo que está ocurriendo, de lo que deseo que ocurra, y de lo que recuerdo que ocurrió.

Sólo puedo llamar VIDA a los tiempos de espera entre recuerdos.

jueves, 10 de julio de 2008

EL ESPÍRITU DE ERMUA



Después de ver ayer la serie de antena 3 (antena 3 - popopompom) 48 horas Miguel Ángel Blanco, me ha venido una vieja canción a la cabeza...











Ermua, ¿cómo va?
¿con h o sin h?
Si con h en un buque de guerra
Si sin h en un tren militar

Ermua, ¿cómo va?
¿con h o sin h?
Si con h me corto las venas
Si sin h, un lazo azul las ata

Ermuá, cómo va
mi ritmo
bueno pa gosar
mulata

sábado, 5 de julio de 2008

MUSAK

Esto es un cuento de Benedetti. Pero es que sólo escribo bazofia últimamente, así que es un buen momento para reverenciar al maestro...

MUSAK
A la porra. Y gangrena". Así dijo, textualmente. Un disparate. Lo de "a la porra", vaya y pase. Aunque hay modos más claros de decirlo, no te parece? Pero "y gangrena"? Estaba sentado, como siempre, en ese escritorio. Había estado escribiendo a máquina, seguramente algún comentario sobre básquetbol. Al final del campeonato siempre se hace un balance de la temporada. No sé para qué. Total, siempre se opina lo mismo: no son los jugadores los culpables, sino el técnico. Dijo: "A la porra", y yo le pregunté: "Qué dijiste, Oribe?". No porque no hubiera entendido, sino porque lo que había entendido me parecía un poco extraño. Entonces me miró, o más bien fijó la mirada, por sobre mi cabeza, en este almanaque, y pronunció el resto: "Y gangrena". A partir de ese momento, ya nadie lo pudo detener.
"A la porra. Y gangrena. A la porra. Y gangrena". Llamé a Peretti y él me ayudó. Entre los dos lo llevamos a la enfermería. No opuso resistencia. Transpiraba, y hasta temblaba un poco. Yo le decía: "Pero Oribe, viejo, qué te pasa?" Y él con su cantinela: "A la porra. Y gangrena". Después de quince años de trabajar juntos (bueno, vecinos por lo menos; él deportes, yo policía) una cosa así impresiona. Sobre todo que Oribe es un tipo simpático, expansivo, que siempre está contando hasta los más insignificantes pormenores de su vida. Mirá, yo creo que conozco todos los rincones de su casa, y eso que nunca he estado allí. Los conozco, nada más que por la minuciosidad de sus descripciones. Te puedo hacer un plano, si querés. Te puedo decir qué guarda su mujer en cada cajón del trinchante, dónde deja el botija la cartera del colegio y de qué color son los cepillos de dientes y dónde esconde sus libros sobre marxismo. Sabías que es bolche? Quince años de conocerlo a fondo. De repente, esto. Un golpe para todos, te aseguro. Cuando se lo contamos a Varela, se puso pálido y fue a vomitar. La impresión, sencillamente la impresión. A Lurita, la telefonista, se le llenaron los ojos de lágrimas. Y yo mismo, esa noche, no probé bocado. Podés decirme: no será la primera vez que un compañero del diario cae enfermo. Claro que no. Eso pasa todos los días. Hoy un resfrío, mañana una úlcera, pasado una nefritis, traspasado un cáncer. Uno tiene preparado el ánimo para cosas así. Pero que un tipo deje de escribir a máquina y se quede mirando un almanaque y empiece a decir: "A la porra. Y gangrena", y ya no se detenga más, eso es algo que no ha pasado nunca, al menos que yo sepa. Ahora poné atención. Vos sabés a qué atribuye Recoba la causa del trastorno? Al musak, che. Otro disparate. Cosa más inocente, imposible. Recoba dice que a él también el musak lo saca de quicio. Recoba dice que esa melodía constante, ni cercana ni lejana, a él no lo deja trabajar porque tiene la impresión de que es como una droga, un somnífero muy sutil, cuyo cometido no es precisamente adormecer el organismo sino amortiguar las reacciones mentales, la capacidad de rebeldía, la vocación de libertad, qué se yo. Tiene siempre preparado un gran discurso sobre el tema. A mí me parece una reverenda idiotez. Te diré mas. Prefiero mil veces trabajar con musak. Es tan suave. Incluso los temas violentos, como por ejemplo la Rapsodia Húngara o la Polonesa, en el musak quedan desprovistos de agresividad, y además yo creo que siempre agregan muchos violines y entonces suenan casi casi como un bolero, y esto tiene efecto de bálsamo. Uno se tranquiliza. Mirá, hay días en que llego al diario con la cabeza hecha un bombo, lleno de problemas, líos de plata, discusiones con mi mujer, preocupaciones por las malas notas de la nena, últimos avisos del Banco, y sin embargo me coloco frente al escritorio y a los cinco minutos de escuchar esa musiquita que te penetra con sus melodías dulces, a veces un poquito empalagosas, lo confieso, pero en general muy agradable, a los cinco minutos me siento poco menos que feliz, olvidado de los problemas, y trabajo, trabajo, trabajo, como un robot, ni más ni menos. Total, no hay que pensar mucho. Un crimen siempre es un crimen. Para los pasionales, por ejemplo, yo tengo mi estilo propio. No me manejo con lugares comunes ni términos gastados. Nada de cuerpo del occiso, ni de cúbito supino, ni arma homicida, ni vuelta al lugar del crimen, ni representantes de la autoridad, ni cruel impulso de un sentimiento de celos, nada de eso. Yo me manejo con metáforas. No pongo el hecho escueto, sino la imagen sugeridora. Te doy un ejemplo. Si un tipo le da a otro cinco puñaladas, yo no escribo como cualquier cronista sin vuelo: "El sujeto le propinó cinco puñaladas". Eso es demasiado fácil. Yo escribo: "Aquél prójimo le abrió tres surcos de sangre". Captás la diferencia? No sólo le añado belleza descriptiva sino que además le rebajo dos puñaladas, porque, paradójicamente, así queda más dramático, más humano. Un tipo que da cinco puñaladas es un sádico, un monstruo, pero uno que sólo asesta tres es alguien que tiene un límite, es alguien que siente el aguijón de la conciencia. Claro que yo nunca escribo "aguijón de la conciencia" sino "ansia que remuerde". Percibís el matiz? O sea que tengo mi estilo. Y el lector lo reconoce. Bueno, en ese sentido a mí el musak me ayuda. Y me he acostumbrado tanto a su presencia que cuando, por cualquier razón, no funciona, ese día el estilo se me achata, me sale sin metáfora. Te das cuenta? Yo te digo sinceramente que para mí el caso de Oribe es muy claro. De que está loco, no me cabe duda. Pero, qué lo volvió loco? A mí, qué querés que te diga, me parece que su chifladura empezó con sus lecturas marxistas. Porque antes, bastante antes de su insistencia de "A la porra, y gangrena", Oribe se fue paulatinamente desequilibrando. Entonces no me daba cuenta, pero ahora uno hace cálculos. Por ejemplo, cuando Vilma, la cronista de sociales, elucubraba una nota de compromiso sobre cualquier fiesta de beneficencia, él silbaba para adentro y decía: "Yo no soy partidario de la caridad, sino de la justicia social". Iturbide lo llamaba en broma Jota Ese, por esa manía de la justicia social. Escuchá, escuchá. Ahora empezó el musak. Hoy, ves?, está macanudo. Qué violines, che, qué violines. Una locura, arremeter contra la caridad. Decime qué de malo hacen las pitucas veteranas jugando al rummy de beneficio. Y otra cosa. Una noche, cuando yo bajaba al taller para armar mi página (como para olvidarme: fue nada menos que aquel lunes en que el bichicome de Capurro, "incalificable sujeto" escribieron mis colegas, atropelló y violó sur le cham a la cuñadita del senador Fresnedo), escuché en la escalera cómo Oribe le decía al Doctor (asombrate, al Doctor): "Lo que pasa es que usted es oligarca hasta cuando eructa". Decime un poco, eso es normal? Hoy el musak está suavecito como nunca. Debe ser en homenaje a vos. A ver si me visitás más a menudo. Jubilado y todo, pero esto, eh?, siempre te tira. Fijate en esa cadencia. Cómo va a ser la música la causa del trastorno! Escuchá ese clarinete. Es el tema de Night and Day, te acordás? Aunque pienso que no me importa reconocer o no el tema. Lo esencial es que suene. Y que te tranquilice. A vos no te tranquiliza? Claro como el agua que fue el marxismo lo que lo enloqueció. Otra vez me dijo que el deporte era una anestesia que se le daba al pueblo para que no pensara en cosas más importantes. Te parece que el fútbol es una anestesia? Escuchá esa trompeta. Así, amortiguada, parece que le suena a uno en el cerebro. Y en realidad, yo creo que suena en el cerebro. Mirá, justo aquí, donde tengo el remolino. Qué querés, yo soy un fanático del musak, y no me avergüenzo. Un fanático del musak, sí señor. Escuchá esa guitarra eléctrica. Bárbara, no? Pero qué importancia tiene que sea eléctrica o no. Un fanático del musak. Vos no? Vos no sos un fanático? Ah, no? Entonces querés que te diga una cosa? Escuchá, escuchá qué trémolo. Te digo una cosa? Andate a la porra. Eso es: a la porra. Y gangrena. A la porra. Y gangrena. A la porra. Y gangrena. A la porra. Y gangrena. A la porra. Y gangrena.

lunes, 9 de junio de 2008

CUCARACHAS


Rafael H. refiere sus sensaciones del martes 15/08 entre las 15:30 y las 16:45:

"Voy a compartir un recuerdo que almacené de una forma irracional en un momento de profundo aletargamiento de mi cerebro, un recuerdo sin colores ni olores reconocibles, silencioso y lento como los pasos de un buzo en un fondo marino.

En la cafetería del gimnasio O-Cero almorzaba con Ignacio G., un subordinado sombrío y sin ambiciones ni estilo, sin pluma estilográfica en el bolsillo mal planchado de su camisa de algodón/acrílico de Zara Man. En el recuerdo recuerdo haber contratado a Ignacio G. en un momento de bonanza económica del país, de mucha oferta y poca demanda de empleo, en una época con mucha carga de trabajo en la oficina técnica de mi empresa del sector Construcción/Instalaciones. Tuve que conformarme con un ingenierucho aquejado por una apatía vital y una falta de modales que habrían sido sin duda intolerables en otras circunstancias. En el recuerdo recuerdo también mi primer almuerzo con Ignacio G.; tal vez 6 meses atrás (los tiempos son difusos) en la misma cafetería. Él tenía la vista fija en el bolsillo de mi camisa Giorgio Armani del que sobresalía la cabeza de mi estilográfica de platino Hugo Boss. Parecía incapaz de iniciar una conversación. Pero me hizo una pregunta:

- ¿Qué significan esas dos letras bordadas en tu bolsillo?

- R. H. Son mis iniciales.

En el recuerdo recuerdo intensamente una risa nerviosa, aguada pero punzante, una sensación de asco que emergía desde el fondo de mi estómago al contemplar el rostro macilento de Ignacio G. y sus poros excesivamente abiertos, sus espinillas irreverentes y las amenazantes gotas de sudor de su escasa frente. El asco conseguía dibujar una sonrisa condescendiente en mis labios, porque yo sí tengo modales.

- ¿Por qué llevas tus iniciales bordadas en tu camisa?

- Bueno... Es una costumbre familiar... En realidad tiene su utilidad.

Recuerdo en el recuerdo a Ignacio G. atónito y callado como un puerco.

- Ahora vivo solo pero, en fin, hasta hace poco vivía con mi familia... Y, bueno, las camisas de mi padre son muy parecidas a las mías, y cuando las planchaba la asistenta la única forma que tenía de reconocerlas para hacer bien el reparto era mirando las iniciales.

- ¿Haces tú los bordados?

- No... Mi madre.

- ¿Ella también borda sus iniciales en su ropa?

- No.... Bueno, es una costumbre familiar. No sé, es muy común.

Yo no conseguía sonreir. Ignacio G. bajaba los ojos y se disculpaba, despacio, masticando las palabras.

- Perdona, tío, es que... bueno, no lo había visto nunca.

- Pues es muy común.

Mi asco se intensificaba y tensaba de nuevo mis labios en la horizontal en el recuerdo dentro del recuerdo, pero, fuera de ese recuerdo, yo almorzaba de nuevo con Ignacio G. en la cafetería del gimnasio O-Cero y él seguía sin haberse hecho una limpieza facial, y seguía sin tener un número adecuado de agujeros en su cinturón, y seguía sin ser capaz de iniciar una conversación apropiada para un almuerzo laboral Laboral LABORAL.

Así que inicié yo la conversación: los Hermanos Maristas, en lo más profundo del recuerdo, me habían enseñado a hablar en público, me habían inculcado la importancia de discutir sobre temas amables y de interés general con los pobres ignorantes como Ignacio G. Le hablé de las diferencias entre las cucarachas americanas y las autóctonas, porque yo sí tengo modales.

- Las cucarachas que hay en Valencia, esas rojas enormes, son en realidad americanas. Las de Madrid son negras. No pueden volar. Estas de aquí se te meten por la ventana. Yo vivo en un sexto y el otro día me encontré una cucaracha en mi habitación. Había entrado por la ventana, seguro. ¡Había llegado al sexto!. Tendré que mantener las ventanas cerradas todo el resto del verano, y poner el aire acondicionado todo el día para que no vuelva a entrar ninguna.

Ignacio G. entrecierra los ojos, cegado por la luz que se cuela a través de los paveses del vestíbulo de la cafetería.

- Bueno, no sé si eso evitará que entren las cucarachas. Yo creo que suben por las cañerías. Yo vivía en un 9º hace unos años, en un piso de esos antiguos que compartía con 3 compañeros. Y aparecía de vez en cuando alguna cucaracha en el lavabo o en la pila del fregadero. No había manera de acabar con ellas. Probamos de todo, pero seguían apareciendo cucarachas, sobre todo por la noche. Llevaban allí toda la vida... ¡Yo creo que tenían más derecho a estar en aquella casa que nosotros!

En el recuerdo Ignacio G. ríe aparatosamente, celebrando su propio chiste, y mi asco alcanza un posible máximo; no consigo contestar, remuevo el café tratando de encontrar una respuesta que disimule mi desprecio; los Hermanos Maristas me enseñaron (en lo más profundo, sí, de mi recuerdo) a no despreciar a los pobres ignorantes como Ignacio G., pero no encuentro ahora ninguna pauta en los cajones que conforman mi excelente educación para enfrentarme con dignidad a una sensación tan desagradable como esta.


Pero es justamente en ese momento cuando mi recuerdo se hace más nítido, cuando aparecen colores y sonidos concretos, y olores perfectamente reconocibles en él; porque justo en ese momento abro los ojos en mi recuerdo y recuerdo haber soñado almorzar con Ignacio G. en la cafetería del O-Cero. Pero ahora no está Ignacio G. en ninguna cafetería, está delante de mí, rodeado de ladrillos y de sacos de cemento-cola, con los brazos en jarras, mirándome fijamente. Echo un vistazo a mi alrededor y no veo los restos de papel de plata que envolvían los bocadillos del mediodía ni las botellas de vino vacías que había hace media hora en el patio interior del gimnasio O-Cero, la obra que estamos levantando entre todos los compañeros en el centro de Paterna, en la que me he echado una siesta que ha durado 5 minutos más de lo permitido. Hay que volver al tajo. Ignacio G. me grita en este recuerdo.

- ¿Dónde está Braulio? ¡Son las 4 menos cuarto! ¿Qué haces ahí dormido? ¿No sabes que tenemos una penalización de puta madre si entregamos la obra tarde? Como se entere Rafa te pone en la calle mañana mismo.

- Perdona, Ignacio. Es que llevo dos semanas durmiendo menos de 3 horas. Estoy desde anoche en casa de mis suegros...

Braulio, mi oficial, me grita desde el patinillo 6: "¡Moco! ¡Joder! ¿vienes o qué?"

Me recuerdo perfectamente en el patio interior del futuro gimnasio O-Cero, mirando los zapatos limpios y brillantes de Ignacio G., usando mi mano agrietada y llena de cal para hacerme una visera que me proteja de ese sol de espanto de mediados de agosto, balbuceando las palabras que me van viniendo a la cabeza.

- Ayer embalamos los trastos y nos fuimos con mis suegros. Es que Elena está otra vez preñada. Joder, le dije que tuviera cuidado, pero mira... Y, claro, tenemos la casa llena de cucarachas, y han venido los de asuntos sociales. y han dicho que ese no era ambiente para la cría, porque, claro, abren los armarios y salen a cientos, y en la cuna hay un montón, también, y se le suben por la cara a la nena, y nos han dicho que nos fuéramos, que iban a desinfectar la casa, y nos pasamos toda la noche embalando trastos, yo y mi Elena....

Recuerdo a Ignacio G. reprimiendo una arcada miestras se dirigía al patinillo 6."

jueves, 29 de mayo de 2008

MICROVENTILACIÓN


Siento el retraso en lo de los fan-coils direccionados. Estoy en ello, pero es que necesito documentarme mucho más. De todas formas, voy avanzando:


Hoy he hablado por teléfono sobre el tema con César G., con Ignacio S., con la secretaria de Cecilia P., con otra secretaria de Cecilia P., [podría avergonzarme de no conocer los nombres, mucho menos los apellidos, de las secretarias; pero no es culpa mía: yo siempre les preguntaba el nombre hasta que un día una de ellas me dijo "no doy mi nombre a cualquiera". Yo no quería que me lo diera, a lo sumo que me lo prestara unos instantes, pero no quise entrar en polémicas estériles. Simplemente opté por concluir que las secretarias prefieren mantenerse en el anonimato. Son manos invisibles que regulan el mercado global] con Rafael S., con Iván M. con Ignacio G. y con su hermano, con Andreu B. y con Luis Ch. También le he dejado un mensaje en el buzón de voz a J. Iglesias instándole a incluir el tema de los fan-coils en su target list. Pero reconozco que esto último sólo lo he hecho porque amo a la voz de su buzón de voz, "ha llamado al 622 550 324, en este momento no puedo atenderle, [debería decir atenderlo o atenderla, pero dice "atenderle"] deje su mensaje al oir la señal". Sé que es cuando menos improbable que algún día la voz se haga hombre, pero no puedo evitar el desear pasar el resto de mi vida con ella.


He hablado una media de 10 minutos con cada uno de estos expertos en fan-coils. Todos ellos han quedado en mantenerme informada de sus gestiones. No conozco el olor ni la mirada de ninguno de ellos. No creo que esto sea un inconveniente de cara a la publicación de la entrada, pero debo confesar que me ha entristecido un poco constatar esa realidad. Porque he notado que a la 1ª secretaria de Cecilia P. le acababan de anestesiar las encías, he notado que Rafael H. había llorado esta mañana, me ha parecido que Ignacio G. tenía ardor de estómago y estoy convencida de que Ignacio S. era perfectamente consciente de lo poco que nos importaban a cualquiera de nosotros los fan-coils direccionados.


No he hablado con nadie más en todo el día.

sábado, 24 de mayo de 2008

GRANDES EGOS





Nos dieron un mass media y la cagaron. (Asumo que hay que pasar a comunicarse alrededor). Un montón de gloria desperdiciada. Visca Catalunya y Arriba España. Si se trata de lanzar consignas, a eso no hay quien me gane. Consigno en mis envíos tu código postal. Háblate de ti y seguro que te interesa tu conversación. Todos estábamos destinados a hacer cosas más grandes. Todos éramos capaces de destruir hasta lo más nimio. (Me comunico como puedo, engendros todos). Mi ego me fagocita, paso a ser parte de él. Si alguien tiene alguna queja, que mande un sms con el texto APOCALIPSIS.SÍ o APOCALIPSIS.NO al 4677 y recibirá una página completa del refranero español dedicada íntegramente al mes de julio. Obviedades mecanografiadas en tu estómago. (Gracias por su tiempo, querida lectora). Mañana colgaré una interesante información sobre fan-coils direccionados.