sábado, 8 de enero de 2011

Chinas


Ha habido una oleada de adopciones en Cataluña en los últimos diez años. Las mujeres son madres a una edad cada vez más avanzada: sus óvulos no son tan fiables a los 40 como a los 20. Todo el mundo sabe que la adopción es un proceso muy lento, desesperante. Por eso muchas madres catalanas recurren a la opción china. China provee y Dios dispone.

En Barcelona hay una serie de padres adoptivos que se han asociado para compartir sus experiencias. La asociación se reune cada año, antes de verano, en un restaurante de Castelldefels. Los papás, las mamás, y las niñas chinas (chinitas) comen paella al lado del mar y charlan durante un par de horas. De esta manera se intenta que las niñas se sientan menos solas en su singularidad.

Alguna vez un papá y una mamá deciden visitar China para que su hija conozca mejor sus orígenes. En esas ocasiones, la comida anual de la asociación se llena de anécdotas de viaje, anécdotas sobre pies pequeños o atascos de nueve días, sobre humedad relativa del 95% o grandes colas en la puerta de una industria catalana que produce en China, en las que los trabajadores aguardan su oportunidad de ser seleccionados por el capataz para trabajar ese día en la cadena de montaje a cambio de un cuenco de arroz. Todas estas anécdotas son posibles, en cualquier caso, sólo por la incuestionable superioridad occidental (aunque China es un gigante económico, y acabará transformando el mercado, és clar, és clar...), y empapan la atmósfera de un aroma dulzón, entre canela y autocomplacencia, que no le queda del todo mal a la paella.

Las niñas chinas son pequeñas y no pueden decir és clar, és clar... ni tampoco és una cultura apasionant, tanmateix. Pero juegan entre ellas y, afortunadamente, también son aún pequeñas para estar agradecidas. Y, por supuesto, nadie reclama ni reclamará nunca a ninguna de ellas los quince mil euros que ha costado su adopción. Aunque saliera mal. Algo.

La asociación lleva 15 años reuniéndose anualmente en Castelldefels y las niñas chinas (chinitas) han dejado de serlo. Son ya casi mayores de edad y, aunque pueden decir és clar, és clar..., e incluso comentar las partículas clasificadoras del mandarín (partícula para “cosas alargadas y blandas”, partícula para “nubes y flores”); o quizá precisamente por eso, siguen acudiendo con sus padres a esas reuniones. Pero al final algo ha debido salir mal, porque las ex-niñas chinas han formado una asociación paralela. Algo hay en la paella o en la arena de la playa que les ha hecho rebelarse y todas han solicitado su emancipación legal a los dieciséis años, en un mes de mayo demasiado lluvioso para la zona de las costas del Garraf. En la reunión de este año se lo anuncian a sus padres (sus ex-papás y ex-mamás), complementando la explicación con toda la documentación legal pertinente pero sin dar ningún motivo sobre la decisión que han tomado.

Ese mismo verano alquilan en Sitges casa de 3 pisos con 5 habitaciones por planta, a la que se mudan inmediatamente para mayor tristeza y estupefacción de sus progenitores. És la seva decisió, tanmateix... En la planta baja del piso instalan un chiringuito de torrades y pa amb tomàquet en el que todas participan en mayor o menor medida. El negocio no tarda en empezar a dar beneficios. Con el tiempo, en los espacios comunes de las plantas superiores disponen un piano, un arpa y un escaléxtric (respectivamente).

Cinco años después de su emancipación legal, y con el negocio legal en pleno auge, la asociación de ex-niñas chinas inicia los trámites de adopción (legal, también) de una quincena de nuevas niñas en su país de origen (esto es, China). Tardan diez meses en reunir el capital necesario para formalizar la adopción, tiempo que aprovechan para hacer las reformas (legales) en la casa adecuadas para albergar a esa importante cantidad de bebés.

Desde el momento en que las nuevas niñas chinas (chinitas) se instalan en la casa, se establecen de nuevo reuniones anuales con los padres adoptivos (ex-papá y ex-mamá) de cada uno de los miembros de la asociación. Estas reuniones son siempre en Castelldefels, siempre paella, siempre antes del verano.

Las nuevas niñitas chinas disfrutan de esas reuniones con sus abuelos adoptivos, y, cuando alcanzan casi la mayoría de edad, deciden en bloque emanciparse de su mamá-asociación y fugarse con los abuelos a Benidorm.